Cecilia Johana Ráquira Bernal tiene 33 años y es madre de tres hijos. Vivió unos once años en Venezuela y por sus venas corre la pasión elorzana de cada 19 de marzo y el arpa y la sabana guariqueña.
Hace cuatro años retornó a Arauca. Regreso buscando un mejor futuro para sus hijos de 17, 15 y 11 años. Desde entonces se ha dedicado al trabajo en servicios generales, también ha hecho hayacas y empanadas.
Cecilia vive actualmente en el sector 20 de abril de El Refugio. Uno de los siete asentamientos de Arauca en los que tiene intervención directa el programa Respuesta de Emergencia en Arauca (ERA), una iniciativa que brinda herramientas para una mejor calidad de vida a la población venezolana y colombiana, y el cual es ejecutado con el apoyo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional USAID y ACDI/VOCA.
Al ver las consecuencias que la pandemia del Covid-19 estaba teniendo en el asentamiento, a causa de la cuarentena decretada como forma de combatir el virus, o sea, que muchos vecinos se estaban quedando sin el sustento diario, Cecilia decidió hacer algo. Por humanidad y altruismo, pero también por gratitud y por los recuerdos de su vida en Venezuela:
“Le comenté a una amiga que quería hacer unos tapabocas para los niños del asentamiento. Porque aquí en Arauca aumentaron mucho los precios de los tapabocas y viendo la situación de que muchas familias trabajan el día a día, no podían salir a laborar y no tenían plata para comprarle unos a los niños. Entonces, empezamos a hacerlos. Una entidad nos donó la tela y mi esposo me ayudó a comprar los otros implementos: caucho, hilos, agujas. Así empezamos”, cuenta.
El experto en creatividad James Taylor dice que “la habilidad que es más importante desarrollar para sobrevivir en la era de grandes cambios tecnológicos que estamos viviendo es la creatividad”. La creatividad no es solo cosa de los de marketing, y la innovación no es solo inteligencia artificial. Así, lo que Cecilia empezó como una iniciativa de elaborar tapabocas para los niños de El Refugio, poco a poco fue tomando más fuerza y se transformó en una olla comunitaria, que a veces varía con un sancocho, una colada de avena o una chocolatada.
Muy pronto, un deseo profundo y amor por su comunidad le hizo explotar sus cualidades más humanas, pues, como cuenta: “una noche llegó una mamá a pedirme colaboración porque no tenía para darle de comer a sus cuatro niños. Ahí empecé a pedir ayuda por el Face y por los grupos de Whatsapp para buscarles un mercadito. Todo lo hicimos a través del celular. La gente se solidarizó mucho y con lo que recogimos hicimos una bolsita de mercado que repartimos a la gente más necesitada del barrio”.
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Cecilia nació en Tunja, Boyacá. Pero, desde hace poco más de tres años, encontró en el barrio El Refugio un nuevo hogar. Considera que en ese sitio prima la esperanza y la empatía. Esa que fluye como el río Arauca crecido y les ayuda a mantenerse firme especialmente en estos tiempos de pandemia. Está convencida de que la situación actual que vive el mundo es una invitación para la integración como comunidad.
Es por ello que, con la ayuda de algunos amigos, y con el aporte de verduras de las huertas de las familias participantes de ERA, Cecilia comenzó a preparar ollas comunitarias para alimentar a las personas más necesitadas de El Refugio, principalmente a los niños.
“Para mí el sancocho representa unión y comunicación. En la unión está la fuerza y con esta olla comunitaria esa es la idea: unirnos y colaborarnos más unos a otros. Esto que estamos haciendo es un ejemplo para que nos apoyemos todos como seres humanos, para conocer la necesidad de cada una de las personas. Saldremos de esto con la ayuda de Dios y con la fe firme”, cuenta.
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Boyacense de nacimiento y durante once años venezolana por adopción, Cecilia ahora encontró su futuro en Arauca. Por eso, en su memoria la gratitud está ligada a la comida. Un plato, para ella, calienta el alma y marca la unión de estas dos naciones que siente como suyas: Colombia y Venezuela.
“La comida siempre ha sido un símbolo de alianza y unión. La iniciativa de cocinar para todos es una manera de unir a la familia colombo venezolana. No hacemos esto por interés de nada. Solo nos ponemos en la necesidad que está pasando cada familia en estos momentos de crisis que vive no solo Colombia, sino el mundo entero”, dice.
Así como Cecilia, 491 familias se han beneficiado del componente Seguridad Alimentaria del programa ERA, que hoy cultivan sus hortalizas en huertas verticales en los patios de sus casas, con las que se proveen de alimentos para ellos y sus vecinos.
Cecilia Ráquira concluye diciendo que “en El Refugio, venezolanos y colombianos aprendimos a vivir con un corazón dispuesto y lleno de alegría y paz para servir a otros”.
Información tomada de: Colombia Sin Fronteras