«El que está despierto y consciente dice: soy todo cuerpo, no hay
nada fuera de él.»
Friedrich Nietzsche
La comida ha encontrado su fuente de expresión no solo en los platos, en los lienzos de pintura, en las partituras de música o en las hojas de un libro; también en el cuerpo, que se comporta como un instrumento sensual, artístico, antropológico, sociológico y comunicativo, en el cual se expresa la realidad, los sentimientos y las sensaciones que se tienen sobre el mundo.
Anteriormente, la gordura era considerada belleza. Lo vemos en la cultura Muisca con la diosa Venus, la cual gracias a su aspecto físico era considerada próspera y fértil. También, en París, como lo retrata Émile Zola en su novela “El vientre de París”, la delgadez era considerada como una aflicción del espíritu y la gordura era vista como riqueza.
Ahora, este pensamiento ha cambiado 180 grados. En el siglo XXI, “estar pasado de kilos” ya no es sinónimo de abundancia, sino que significa enfermedad, mientras que la flacura adquiere relevancia y armonía.
La belleza, de acuerdo con Miguel Romero Griego, en su escrito “La estética en la vida humana” es un concepto subjetivo, ambiguo e ideológico que depende mucho más del contemplador o espectador que del posible creador.
Sin embargo, anteriormente la estética clásica como la definía Malebranche es algo que no se construye por medio de la sensibilidad y la imaginación, sino que tiene objetividad y razón. A lo que Cassiere e inclusive Descartes refutaron, defendiendo que la verdad también se construye, no es intrínseca. También consta de subjetividad, de intuición y de entendimiento. De ahí, que el cuerpo deba ser visto, según ellos, como una construcción social.
Teniendo en cuenta esto, Carmen García Gutiérrez, en su artículo “El cuerpo-artista en tono estético de la educación corporal” de la Universidad de la Sabana, establece que la corporeidad debe ser vista como un campo de fuerzas que valora la realidad dependiendo la jerarquía que se establezcan entre estas.
“El cuerpo es una multiplicidad, una pluralidad de fuerzas que pugnan por interpretar la realidad. El sentido único del cuerpo es el de acaparar, conquistar, dominar: ese es el sentido de la voluntad del poder”, agrega.
Este concepto ha evolucionado a tal punto que ahora se habla de la revolución somatoplástica que es una metáfora para entender las interacciones entre las ciencias, las tecnologías y las nuevas pautas culturares respecto al cuerpo. De esta manera el cuerpo pasa de ser una realidad material a convertirse en una realidad modificable, imponiéndose incluso sobre la realidad biológica.
Estos criterios indican las nuevas necesidades culturales que afectan el arqueotipo que tenemos de la propia imagen del cuerpo y el ideal del éxito social. Empero, cuando no llegamos a acercarnos a estos modelos estéticos nacen las psicopatologías como la anorexia nerviosa o la bulimia, entre otras enfermedades físicas y psicológicas. Lo que nos aleja de la realidad y multiplicidad, y nos ha llevado a la superficialidad.
A pesar de que los griegos tenían un pensamiento que hacía culto al cuerpo, esta concepción como la vemos ahora nace con la publicidad. Así lo asegura Martín Ruíz Calvente en su artículo “El cuerpo humano como objeto estético”.
“Mientras las artes (pintura, poesía, cine, teatro, etc.) representan los cuerpos desde una intención crítica y ética de los autores, desde su libre interpretación de las vicisitudes de la existencia humana, ahondando en los problemas de la vida, por ejemplo a través de la desnudez de los cuerpos marcados por el trabajo, la enfermedad, la edad, etc.; las técnicas de la publicidad del cuerpo perfecto no están interesadas en representaciones éticas y anulan el carácter crítico y de denuncia de las artes; más bien se concentran en la construcción de modelos sociales típicos que promuevan el consumo de bienes y servicios y la ganancia económica”, asegura Ruíz Calvente.
A partir de allí, nace el cuestionamiento sobre cuál es la desrealización estética que necesitamos en este momento. Sobre todo cuando sigue rigiendo el pensamiento sobre el cuerpo del siglo XX que tiene como línea de dominación social, un pensamiento machista. Tal como lo establece la feminista Judith Butler, que considera que las mujeres siguen siendo presionadas a exhibir su cuerpo y su feminidad, y donde el cuerpo de la mujer es un campo de batalla donde se disputa el juego de la dominación cultural entre hombres y mujeres. Además, tampoco se está teniendo en cuenta que existen otros conceptos de género más allá de lo femenino y masculino.
Por eso, la visión del cuerpo debe mutar hacia otras perspectivas más allá de lo externo. No solo es belleza, también es armonía, salud y hábitos. Es una realidad volitiva preracional como lo decía Schopenhauer: deseante y proyectiva, que quiere hacer cosas y que no solo impacta la cuestión ética, sino también la política y económica. A la vida activa, como lo dice Hannah Arendt. Ya que teniendo en cuenta nuestra voluntad y preferencia, llegamos a la realización personal y libertad, porque escogemos lo que es bueno o no para nosotros. Lo que influye en la alimentación y en las tendencias de consumo.