La mujer siempre ha estado presente en la gastronomía. Desde los homínidos, las mujeres fueron las encargadas de recoger las plantas y los frutos que se iban a convertir en alimento, mientras que los hombres estaban dedicados a cazar. De hecho, de acuerdo con el historiador de gastronomía, Carlos Azcoytia, las mujeres fueron las que desarrollaron la primera receta de la humanidad que consistió en una sopa. Además, fueron las primeras en domesticar los vegetales y los animales pequeños, y las que desarrollaron la actividad ganadera y campesina en el mundo.
Entre la domesticación de los primeros alimentos y la invención de la escritura pasan dos mil años, tiempo en el que la mujer se consolida en el ámbito doméstico pasando de un matriarcado a un patriarcado donde los hombres comienzan a monopolizar las relaciones políticas, sociales, religiosas y culturales de los incipientes estados. Mesopotamia fue el lugar donde se desarrolló la tecnología necesaria para la producción masiva de alimentos y donde se jerarquizó la vida social.
De esta forma en el año 1760 a.C., las primeras leyes basadas en la ley del Talión, se crea el código de Hammurabi donde se especifican los derechos y deberes de las mujeres, las cuales no podían aspirar a ser más que esclavas, esposas, sacerdotisas, comerciantes en vinos de dátiles y prostitutas; consolidando a la mayoría de las mujeres en la labor de la gastronomía doméstica.
Luego, en el antiguo Egipto, Roma, Persia y Grecia se encuentran tratados de agronomía que dan a conocer el papel de la mujer en la producción y preparación de alimentos. Se habla de la casera que es la encargada de cuidar y vigilar todo el caserío, así como de organizar el trabajo de la elaboración de alimentos que se van a comercializar como pueden ser los salazones, aliños, vinagres, almacenaje del grano y su conservación, elaboración de quesos, entre otras labores.
Después de la caída del imperio Romano y durante la Edad Media, se habla no solo de las amas de casa, sino también de las trabajadoras en los molinos de trigo, las panaderas, las pastoras de cabras como de ganado vacuno y las vendedoras de los productos del campo en los mercados.
Tras la conquista de América, las mujeres siguen dedicadas a las labores domésticas. Lo mismo sucede en el mundo islámico y en las sociedades americanas indígenas. Solo en el Sudeste asiático, la mujer gozó de cierto prestigio al hacerse cargo de negocios familiares y al dedicarse a comercializar, elaborar, transformar y colocar en el mercado productos agrícolas, ganaderos y pesqueros sobre todo en lugares como Vietnam, Laos y Camboya.
Es así, como el género masculino va dictando leyes y dirige al mundo a un tipo de alimentación. Solo hasta el siglo XVIII empieza aparecer mujeres en fogones que no eran los de su casa. Como es el caso de Francisca Sánchez, cocinera de la Casa Real de España durante el reinado de Carlos III.
Pero, solo hasta la Revolución Francesa, se empieza a encontrar grandes escritoras de la gastronomía gracias a que empieza a cambiar el concepto de igualdad. Allí, se empieza a popularizar los libros de recetas vinculando a mujeres en el mundo de la gastronomía. Aparece en 1913, Emilia Pardo Bazán que escribió dos libros de cocina: La cocina española antigua y La cocina española moderna. También aparece María Mestayer de Echagüe y Simone Klein Ansaldy, entre otras.
A pesar de que la cocina siempre ha estado muy ligado a la mujer, el reconocimiento del oficio del cocinero se ha brindado más a hombres que a mujeres en la actualidad. Sin embargo, esto está cambiando. El mundo moderno, busca reivindicar la labor de la mujer y empoderarla. También, reconocer su labor en el tiempo, sus recetas, dignificando cada vez más la comida tradicional, aquella que hace referencia a la comida de las abuelas y mamás.
Por eso, en cuestión de género, el sector Horeca tiene un objetivo: compartir conocimiento para crecer juntos y velar por la igualdad.
“Tal vez lo peor sea la invisibilidad de la invisibilidad femenina. Nadie se da cuenta de que somos invisibles, parece normal”, afirmó Silvia García, sumiller y jefa de sala Mugaritz.