De acuerdo con un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo, en el 2016 el número de personas con hambre en América Latina y el caribe alcanzó los 43 millones. Esto gracias al incremento de la pobreza y a la fuerte presión sobre la producción de alimentos. Es por esto que los gobiernos en conjunto con otras entidades se han unido para reducir el impacto ambiental y no perjudicar la sostenibilidad de los recursos naturales y la salud de los habitantes.
Han decidido, de esta manera, cambiar el enfoque hacia uno multisectorial donde no solo esté la perspectiva de la oferta de alimentos, sino también la demanda, considerando el estado nutricional de la población. Así, el enfoque de los sistemas alimentarios abarca todas las actividades que influyen directa o indirectamente en los procesos de siembra, cosecha, procesamiento, empaquetado, transporte, distribución, mercadeo, comercio, consumo y eliminación de desechos.
Este enfoque estructural se presenta en la última edición del Documento de Marco Sectorial de Seguridad Alimentaria (SFD por sus siglas en inglés) del BID, que establece los principales desafíos que enfrenta la región de ALC, así como las directrices y políticas dirigidas al logro de este objetivo.
Para esta entidad, la seguridad alimentaria es definida como “la situación en la que todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias para desarrollar una vida saludable”.
Abarca cuatro dimensiones:
- La disponibilidad: que se refiere a la oferta de alimentos a nivel nacional o local.
- El acceso: que es la disponibilidad de recursos con la que cuentan los hogares para adquirir una cantidad apropiada de alimentos.
- Utilización: tiene que ver con la calidad de los alimentos requerida para obtener un estado nutricional adecuado y vivir una vida saludable.
- Estabilidad: se refiere a la capacidad de tener acceso constante a cantidades adecuadas de alimentos de calidad. Se logra reduciendo la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios a los desastres naturales, al cambio climático y a las fluctuaciones de los precios.
Para poder lograr la seguridad alimentaria es necesario fomentar el trabajo intersectorial y transversal. “Una clave para lograr esta coordinación es la adopción de mecanismos en todos los niveles de gobierno para garantizar la coherencia de las políticas entre los diversos sectores y el fortalecimiento de complementariedades y sinergias”.
Según, varios estudios, el costo de erradicar el hambre en el mundo puede llegar a unos US$ 7-265 mil millones de pesos, pero puede aumentar el PIB mundial en un US$276 mil millones para el 2030.