Iba camino a casa luego de un largo día de trabajo, la fila del Transmilenio estaba insoportable, eterna como de costumbre y en esas, el hambre comenzó a atacar.
Revisé la billetera y solo me acompañaban 3.000 pesos para pagar el transporte, entonces levanté la mirada hacia el cielo y grité en silencio, era como un lamento, lamento bogotano que solo quería llegar pronto a su casa para comer.
De repente, como si me enviaran una respuesta desde el más allá, comenzó a soplar un fuerte ventarrón que meció las ramas de los árboles y luego, comenzaron a llover sobre mí unos pequeños frutitos morados y redondos.
Casualmente, unas señoras que pasan caminando por el lugar, se agacharon a recoger estas pelotitas moradas para comerlas. Una le comentó a la otra: “estas son buenísimas para la diabetes”. Entonces, sin dudarlo ni por un instante, tomé una de estas bolitas – que no tenía ni idea qué era- y sin el más mínimo pudor le di un mordisco.
Entonces, olvidé los escrúpulos; que si el frutito había absorbido el humo de la avenida, que si se había alimentado de la lluvia ácida de la capital, que si acaso era venenosa y la señora que la había mordido, había cometió una mortal equivocación… con la fruta en la boca todo esto perdió importancia. Su sabor seco y dulce a la vez, me recordó a la pomarrosa y con esto, fue suficiente para llenarme de confianza, así que tomé un par más de estas y las guardé en mi bolso para investigar qué eran. Descubrí que se trataba de unas Eugenias, cuyo origen es australiano pero que se habían adaptado al clima bogotano.
Este encuentro fortuito con exuberancia frutal que se esconde entre los separadores de las avenidas, los andenes y algunos parques de Bogotá, ha sido uno de los descubrimientos gastronómicos más asombrosos que he hecho dentro de la ciudad.
Según el Jardín Botánico, en Bogotá existen 16 árboles que producen frutos comestibles dotados de propiedades nutricionales y hasta medicinales. Algunos de estos tienen funciones diuréticas, expectorantes, laxantes y reguladoras del hígado.
Y por si fuera poco, estos frutos dentro de la cocina también son una excelente alternativa para la preparación de postres, glaseados, infusiones, mermeladas, refrescos y hasta para sazonar carnes. La siguiente es una lista de siete frutos con algunas de su respectivos usos y propiedades:
- Eugenia: Es la más común en la ciudad, contiene vitamina A, fósforo, calcio y hierro.
- Sauco: Contiene altas dosis de vitamina C y aceites para desinflamar el estómago. También se usa en infusión para curar el asma.
- Papayuela: Se consume en aromáticas o en el popular dulce de papayuela.
- Arrayán: Ideal para calmar el dolor de cabeza, combatir la diabetes e hipertensión.
- Balú: Tiene múltiples usos, sus semillas molidas pueden servir para preparar almidones y harinas. Su fruto puede consumirse guisado, encurtido o en bebidas.
- Malvavisco: También conocido como quesito, es utilizado para curar la gripa.
- Níspero del Japón: Llegó de Asia a Bogotá para nutrir con antioxidantes y fibra el sistema digestivo.
- Brevo: ¿Qué bogotano no conoce las brevas con arequipe?