Camilo Malagón es publicista. Su amor por la gastronomía nació desde que era muy pequeño cuando veía a su familia trabajar en negocios de panadería, heladería y salsamentaria. Cuando salió del colegio decidió montar su propia pizzería, pero como era tan joven consiguió otro trabajo y empezó a estudiar publicidad. Luego, se graduó y emprendió su proyecto de hamburguesas artesanales con el modelo food truck hace más de seis años, junto a Deisy, su socia.

En ese momento, este modelo de negocio apenas estaba llegando a Colombia y solo existía tres camiones. Tampoco estaba en boom las hamburguesas artesanales, lo que fue muy positivo para ellos, ya que su propuesta de valor se basa precisamente en esto, en hacer ellos mismos el pan, la carne, las salsas, entre otros.
Tuvieron una gran acogida, no solo por lo novedoso que era el negocio, sino por la estrategia de publicidad y de mercadeo que tenían para impulsar su marca. Hicieron la carta, el diseño del food truck, entre otros. Sin embargo, pronto encontraron un obstáculo que afectaba su operación y también sus finanzas. “Los food trucks se crearon para estar rodando, pero en Colombia no es tan fácil. En otros países como Estados Unidos hay parques para eso, pero acá nosotros intentábamos ir a parques o a espacios públicos y el comercio llamaba a la policía o los mismos residentes del barrio nos sacaban porque no les gustaba vernos ahí. Además, entramos en la categoría de vendedores ambulantes porque no está bien regulado. Entonces, el panorama no era tan bonito como nosotros lo soñábamos”, afirma Camilo.
Al ver que en los parques no funcionó se afiliaron a una asociación de food trucks en Colombia y buscaban eventos, conciertos con los cuales poder colocar a funcionar su modelo de negocio. Luego, se dieron cuenta que para poder operar necesitaban un espacio privado donde la policía no los molestara y la gente se sintiera tranquila. Entonces se instalaron al lado de Atlantis con otros cinco food trucks. Les empezó a ir muy bien y la marca cada vez cogía más fuerza. Luego, cerraron este espacio y todos los camiones debieron salir de este lugar.
Posteriormente, se fueron a Usaquén donde estuvieron un año. Era como una plazoleta de comidas, pero al depender también de una administración, el espacio fue entregado a su dueño y tuvieron que salir también de este lugar.

Después de cambiar de sitio tantas veces, decidieron abrir un local donde pudieran darle la esencia a la marca y tener su propio mobiliario, la música, la decoración, el estilo, entre otros. No querían irse lejos de la zona donde ya tenían clientela y por eso abrieron hace un año en la calle 80 con carrera 14. Esperan abrir un segundo punto en Cedritos donde puedan replicar lo que ya están haciendo en este momento con Rústica DC.
Aunque consideran que en este momento el mercado ya está sobresaturado de hamburgueserías, una de las claves para sobrevivir en el mercado, según Camilo y Deisy, está en estar a la vanguardia y tener su propia identidad. Donde, en el caso de ellos, desde el pan es exclusivo y los cortes de carne son los que ellos quieren brindarle al consumidor. Además, hicieron una alianza con Jack Daniel’s, el cual le brinda un toque distinto a su marca. Han desarrollado salsas con este producto y limonadas. Ahora, para amor y amistad van a sacar la salsa Jack Daniels honey.
Esto es lo que los hace diferentes. El hecho de que sean artesanales y que utilicen productos poco comunes como las papas criollas para acompañar una hamburguesa.
Panorama de los food truck en Colombia
De acuerdo con el Instituto de Economía Social (IPES) hay 51.725 personas inscritas en el registro de vendedores informales, de los cuales la mayoría se dedica a vender alimentos, frutas, verduras y bebidas.
En estas cifras entran los food trucks que de acuerdo con Luis Alfredo Galvis, uno de los pioneros de este modelo de negocio, en una entrevista para El Espectador afirmó que existen más de 300 camiones distribuidos en el país que generan más de $1.200 millones de pesos mensuales.
Sin embargo, uno de los problemas que tiene este tipo de negocios es su legalización, que a pesar de los intentos todavía no se ha logrado generar. En el 2013, se expidió un decreto con un marco regulatorio para aprovechar el espacio público de la ciudad, organizar las actividades comerciales y cobrar por ello.
Gracias a esto, el Instituto de Desarrollo Urbano quedó encargado de adelantar estudios técnicos y de mercadeo para evaluar implementar la venta de alimentos en la vía. Identificaron 200 espacios aptos para este uso, pero el estudio no arrojó un aprovechamiento económico para el distrito, lo que afectó su aprobación. Después con el cambio de Alcaldía, este proceso quedo frenado. Por lo que todavía los food truck deben arrendar propiedad privada para poder operar.
Además, el Distrito asegura que para poder aprobar un proyecto como estos debe primero aprobarse un cobro por parqueo en la vía y definirse zonas que habilitarían para tal fin. Algo que no quedó muy claro en el estudio desarrollado por el IDU.
Aun así, el gremio tiene la voluntad de formalizarse y pagar unas cuotas por el provecho económico del espacio público. Ahora, solo falta que el Consejo, en conjunto con la administración distrital decidan sobre el futuro de esta actividad comercial.