Claudia Restrepo es bióloga y comerciante de la plaza de mercado La Concordia. Su negocio consiste en vender alimentos orgánicos que van acorde con la seguridad alimentaria. Lleva más de diez años trabajando en este espacio donde además ofrece empleo a otras familias campesinas y del sector por medio del modelo de la economía solidaria.
De las fincas, le llegan cada ocho días productos frescos a su punto de venta. Su filosofía consiste en brindarle al consumidor ingredientes que estén en cosecha y que respeten los procesos biológicos de los alimentos, ya que de esta manera asegura que se pueden obtener más nutrientes, siendo más beneficioso para el consumidor. Mientras que cuando se quebranta este proceso, manifiesta que el campesino se ve obligado a aplicar químicos que generan una presión biológica a los alimentos con el fin de que produzcan más rápido, causando que los nutrientes no se desarrollen naturalmente, sino artificialmente.
“La modificación de alimentos nace con un principio bonito que es alimentar a más gente, pero no sabemos a ciencia cierta los alcances que tiene esto. Cultivo más y hay más resistencia a las plagas, pero no se los alcances de esas modificaciones porque no sé qué enfermedades le voy a causar a la gente con esto. Por ejemplo: alergias”, afirma Claudia.
En cambio, agrega, que si se respeta el proceso natural de los alimentos, se puede aprovechar más la diversidad de productos que tiene el país. Además, que se respeta la naturaleza, los alimentos y a las personas que lo consumen.
Aromas de la tierra es el nombre que tiene su proyecto. “Es una propuesta arriesgada porque no todo el mundo entiende lo que hago o se detiene a mirar los beneficios de los alimentos orgánicos. Incluso, no saben que les puede causar los venenos como los pesticidas. Pero, tenemos toda la paciencia para que vengan y pregunten. A la vez, que utilizamos redes sociales como Facebook e Instagram para publicar noticias relacionadas con este tema”, establece.
De ahí, que para ella sea tan importante las plazas de mercado porque los define como espacios que hacen la diferencia. “Son los centros de abastecimiento del mundo y sobre todo de las grandes ciudades donde no es tan fácil producir alimentos. A la vez, que es el lugar donde se le da reconocimiento al campesino y donde surgen diálogos equitativos de saberes”.
Teniendo en cuenta esto, el fin de las plazas, para ella, consiste en promover la seguridad alimentaria y la soberanía de las semillas con el cuidado de sus generaciones. De esta manera, considera que se cuida la vida y la salud del planeta y quienes lo habitan. Por ello, es una de las grandes promotoras de la venta y consumo de estos productos desde su negocio.