Escrito por José Perdomo y Alejandra Campo
Ilustración: Alejandra Campo
Instagram: @joseperdom @alecampo6
Estar fuera de casa puede hacer que la busquemos en todo lado.
El proceso de conquista y colonización de América tuvo como resultado una mezcla cultural que se manifiesta en aspectos como el idioma, las formas de nuestras ciudades e incluso lo que consideramos nuestros modales y costumbres. Esto hace que nos sintamos reflejados fácilmente en el mundo y sus pequeños aspectos cuando estamos lejos de casa. Rastrear el origen de estas coincidencias puede resultar en preguntas y respuestas bastante curiosas. En este artículo queremos contarles un encuentro cálido que tuvimos con cosas que creíamos casi exclusivas de nuestra cultura en un restaurante de comida africana en el norte de Italia
Mamá África es un restaurante ubicado cerca de la estación central de trenes en Milán, en donde ofrecen platos de la región más occidental de África, yendo desde marruecos hasta el golfo de Guinea entre los países de la antigua costa de oro. La primera vez que lo vimos nos llamó la atención porque tenía un menú exhibido en la ventana con fotos de platos que se nos hicieron extrañamente familiares. Cuando nos dimos cuenta de que era comida africana se nos despertó aún más el interés por saber si “¿eso será maduro?” o “¿ese pescado que parece una mojarra sabrá parecido?”, Encontrar por primera vez en Italia un plato con arroz, maduro y algo que parecía ser un sudado nos parecía curiosamente similar a los almuerzos a los que estábamos acostumbrados en casa, lejos de la estricta dieta italiana. Esta curiosidad y, por supuesto, la tentadora carta en la ventana nos convenció de ir al cabo de unos días.
La primera impresión que tuvimos al entrar al restaurante fue de choque: nuestra visita parecía tomarlos por sorpresa lo cual nos hizo sentir ajenos, como llegando a una fiesta sin invitación. En primer lugar, todos parecían conocerse y ser africanos por lo que llamábamos la atención. Segundo, estábamos en Ramadán, mes en el que los musulmanes ayunan durante las horas de luz por lo que la mayoría de los presentes solo esperaban la puesta de sol – que en Europa ya iba más allá de las 9 pm – y llevaban más de 15 horas sin tomar ni un vaso de agua. Este restaurante parece ser más que un sitio de comida para ellos, era un espacio de encuentro, parte de una comunidad que, como nosotros, se encontraba lejos de casa. Lo tercero es que, tal vez por Ramadán, el restaurante no parecía en funcionamiento aún y nuestra visita fue inesperada por lo que el servicio parecía hacerse sobre la marcha, sin un guion o protocolo.
Después de pedir una mesa y la carta, el choque inicial empezó a transformarse en una experiencia cada vez más fraternal. Aunque la mayoría de los platos nos parecían impronunciables, al ver las fotos sentimos que estábamos en un restaurante en el centro de Bogotá. Se veían porciones abundantes de arroz, carne y plátano maduro en tajadas, colores fuertes y familiares como el de los pimentones entre los platos. El mesero nos hizo diferentes sugerencias y nos explicó que durante Ramadán la carta se limita a ciertos platos comunes entre los visitantes y las especialidades de la casa. Pedimos un plato llamado thiebou yapp (Arroz a la carne)y, con un poco de picante, nos sentimos comiendo algo cercano a nuestro paladar aunque la receta sea de Senegal. Sumado a todo esto, la amabilidad del mesero y del dueño del restaurante hicieron que nos sintiéramos muy cómodos, hablamos sobre nuestras historias e incluso nos invitaron a un par de eventos en su restaurante internacional con un “esta es su casa y pueden venir cuando quieran”.
Cuando terminamos la cena, nos quedó rondando la duda sobre ¿cómo podíamos ser tan parecidos y estar a la vez tan desconectados? A pesar de nuestras cercanías, era la primera vez que nosotros, 4 colombianos, entrábamos a un restaurante africano. Bogotá tiene una oferta gastronómica internacional amplia pero estos platos hermanos permanecen ocultos. Tal vez existen algunos restaurantes escondidos en la ciudad, o simplemente tenemos mucho de ellos implícito en los orígenes de nuestra propia gastronomía.
Aún estamos averiguándolo, pero nuestras hipótesis van desde las similitudes climáticas y los procesos de intercambio cultural que realizamos a partir de la colonia, hasta que hemos configurado dietas similares en condiciones sociales diversas por contar con una oferta similar de alimentos. Lo que nos quedó es que, aunque no lo sepamos y sintamos a África como algo ajeno, hay coincidencias inesperadas que se encargan de mostrarnos que no es así y que estamos mucho más cerca de lo que creemos y somos más parecidos de lo que pensamos. Y tal vez, aunque fuimos colonia europea, nuestras herencias indígenas y africanas, nuestros alimentos tropicales, o esas coincidencias inesperadas en la comida y el trato, nos acerca un poco entre nosotros cuando estamos tan lejos de casa.
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