El antropólogo Julián Estrada Ochoa, ganador del premio Vida y Obra del Bogotá Madrid Fusión, hizo una denuncia durante su discurso de premiación sobre los envoltorios plásticos que están colocando a todos los alimentos en los supermercados que no solo está afectando la sostenibilidad del planeta, sino a las cocineras populares y artesanos culinarios cuyo oficio contribuye a resolver la vida cotidiana de millares de colombianos.
Aquí parte de su discurso tomado del diario El País:
“Lamentablemente, estos dos grupos están siendo perseguidos de manera sistemática y casi despótica por diferentes entidades gubernamentales, las cuales en aras de la asepsia —en menos de un lustro— han sacado del mercado productivo docenas de talleres cuyos propietarios son hombres y mujeres productoras de cualquier cosa; a la vez dichas entidades han borrado del mapa el empaque de fibra natural (hoja de clorofila) que caracterizaba su presentación.
La ausencia absoluta de asociación de pequeños productores de comida no permite dar cifras concretas; pero a ojo de buen cubero y con argumentos de la vida cotidiana, basta con describir que desde el siglo pasado y durante decenios, en Cúcuta las vendedoras de hayacas que salían al centro con sus ollas a vender sus productos a las 5:00 p.m., hoy tienden a desaparecer.
La cocina colombiana no es una sola, es una cocina de regiones y dichas regiones en su gran mayoría han sido y serán —hasta muy horneado el siglo XXI— básicamente de cultura campesina. No soy impermeable al futuro y mucho menos al galopante proceso de modernización científica y tecnológica; sin embargo, es gracias a mi equipaje de pensamiento “humanístico y poético” como percibo que este país, es un auténtico continente, donde sus cocinas vernáculas continúan arraigadas al fogón de leña y caracterizadas por sus sabores del ahumado; por sus sistemas de conservación al viento y en abundante sal; por su riqueza en aquellas carnes llamadas cecinas; por sus chichas, sus petos, sus viudos y sus amasijos de las más exóticas harinas y en donde hoy se utilizan más de un centenar de hojas diferentes para envolver, preservar y transportar alimentos, constituyendo una hermosa, variada y suculenta cocina campesina que hoy hace presencia en algunas ciudades de Colombia” asegura Julián.