Comer no solo es un acto natural y político. También, lleva consigo marcado relaciones de poder, cambios socioeconómicos, formaciones culturales, actos cotidianos, espacios geográficos, experiencias y relaciones que conectan historias.
En tiempos de guerra, es uno de los ámbitos del ser humano que se ve más afectado. Los alimentos escasean, los productos se dañan, se cambian los cultivos de ciertos ingredientes por otros y se transforma la dieta diaria.
De hecho, la comida se convierte en el blanco perfecto para derribar el adversario, porque es la manera de debilitar al otro y rendirlo. Los seres humanos pueden vivir sin lo material, pero no con hambre. De ahí, que el alimento haya sido motor de varias revoluciones sociales y económicas. Incluso, ha convertido al hombre en un animal salvaje que lucha por la sobrevivencia.
Alrededor del mundo, existen varios ejemplos que demuestran la relación profunda que hay entre la guerra y el fogón- la cocina y la vida. Uno de ellos, es la guerra civil de España.
“Este país se cierra a una autarquía donde no se permite la importación de alimentos, lo que llevó al racionamiento y la publicación del libro “Cocina de recursos (Deseo mi cocina)” del chef Ignacio Doménech, el cual es un recetario biográfico en el que subyace un grito desgarrador de sufrimiento no solo al rememorar los tiempos y necesidades vividas en la guerra, sino durante la posguerra con el régimen franquista”, afirma Yaneth Acosta en un artículo para The Food Studies.
Este libro pasó la censura, pero entre líneas se puede leer la amargura por la carencia de alimentos en la época. Allí, está descritos los ingenios al que tuvo que recurrir el cocinero para desarrollar sus recetas, tales como proponer cocinar con flores, sustituir las patatas por mondas de albedo de la naranja y los huevos por una mezcla de agua y harina.
“La propaganda franquista, por otro lado, hacía creerle a la sociedad española que llegaría víveres en abundancia, sin embargo la realidad era otra: filas infinitas de personas a la espera de una cartilla para conseguir los productos a los que supuestamente daban acceso. Posteriormente, el sistema de racionamiento de artículos de primera necesidad se agudizó. Se asignaban dependiendo el origen económico y social. Esto recrudeció la crisis que solo se vino a superar hasta 1950 con mayor producción agraria y ganadera. Mientras tanto, el gobierno franquista camuflaba el desabastecimiento con una ‘pertinaz sequía’”, agrega Yaneth.
Lo mismo sucedió en Cuba, con la llegada del régimen socialista de Fidel Castro. La cocinera Nitza Villapol en su programa “Cocina a minuto” hacía una resistencia culinaria al desabastecimiento interno y el bloqueo mundial. Les enseñaba a las amas de casa a convertir agua en aceite, frutas en bistecs y maíz en langosta. Todo por medio de la imaginación y sus recetas de salvación. Tal como lo relató Wendy Guerra en la edición de cocina de la Revista El Malpensante.
En Colombia, Diana Ojeda, doctora en Geografía e investigadora adscrita al Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana, visibilizó las múltiples dimensiones del conflicto, el extractivismo y el despojo en Colombia a través de recetas tradicionales en cada región, por medio de la novela gráfica “Recetario de sabores lejanos”.
Esta obra recoge las historias del despojo socioambiental que hay detrás de ocho platos. Cada uno de ellos, visibiliza productos, formas de preparación, rituales, historias individuales y colectivas de las tradiciones culinarias.
“Es un proyecto de investigación-creación que conjuga la narrativa gráfica con aproximaciones etnográficas a diferentes formas de violencia, el sufrimiento, las estrategias de resistencia y las formas de reivindicación de comunidades rurales, urbanas, étnicas y campesinas que se tejen alrededor de los ecosistemas, cultivos, fogones y mesas”, afirma María Daniela Vargas Nieto, en su artículo “De la tierra al fogón, del fogón a la investigación, y de allí al libro” de la revista Pesquisa.
A continuación, conozca algunas de las recetas tradicionales que se retratan en el libro. Las imágenes que mostramos a continuación son tomadas del artículo de la revista Pesquisa, nombrado anteriormente.


De esta manera, la comida y la guerra tejen una estrecha relación de odios y amores, de creatividad e ingenio que colocan a prueba el desarrollo humano.
“La cocina, el arte de cocinar, muy señores míos, es cosa de un elevado gusto, cosa que son todavía muchos los que lo ignoran. La cocina es una de las artes más ingeniosa y más importante que otras muchas artes; sean plebeyos o magnates, no hay uno a quien no le interese la cocina; el comer bien es parte integrante y la más interesante del bello vivir”.
Ignacio Doménech
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