De acuerdo con la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, los gobiernos de los países son los encargados de asegurar el derecho a una alimentación adecuada para todos sus habitantes. De hecho se considera una violación contra la dignidad humana y un obstáculo para el progreso social, político y económico, el hambre. Por eso, muchos han adoptado en sus constituciones el derecho a los alimentos. Sin embargo, a la fecha, esta organización asegura que ningún país todavía ha adoptado una legislación nacional para el cumplimiento específico de este derecho.
Esto no significa que el Estado tenga la obligación de distribuir alimentos a todos sus ciudadanos, pero debe velar y ayudar a quiénes no disfrutan de este derecho mediante la creación de oportunidades que permitan que se ganen el sustento. Empero, si existen personas que por su edad, invalidez, desempleo u otras desventajas no pueden valerse por sí mismas, el Estado debe proporcionárselos.
«La obligación del Estado de satisfacer el derecho a los alimentos comprende dos elementos: la obligación de facilitar y la obligación de proporcionar -afirma la Oficial jurídica de la FAO Margret Vidar-. La obligación de facilitar significa que debería crear y mantener un ‘ambiente de habilitación’ en el que las personas puedan satisfacer sus necesidades de alimentos».
Por eso, el desarrollo agrícola es fundamental para incrementar la disponibilidad de los alimentos. A la vez que es muy importante contar con servicios apropiados de comercialización, políticas de desarrollo rural equitativo, oportunidades para producir alimentos, una economía equilibrada que permita generar ingresos para que las personas puedan comprar estos productos, infraestructura vial y buena comunicación. Sin ello, las posibilidades para lograr cumplir este objetivo, se dificultan.
En este momento producimos, según un artículo realizado por Martín Caparrós para el País, casi el doble de la comida necesaria para alimentar a la población mundial, sin embargo casi 800 millones de personas pasan hambre. Esto se debe según él a diferentes factores como el impacto de fenómenos climáticos, conflicto armado, pérdidas poscosecha o por un sistema comercial que deja algunos por fuera.
Lo que significa que uno de cada diez seres humanos, sobre todo en América Latina, no come lo suficiente, sino que sobrevive en lugar de vivir. Por lo que algo no está bien. “El problema no es producir más a nivel global, sino que llegue al estómago del que tiene hambre”, recalca José Esquinas, profesor en la Universidad Internacional de Ciencias Gastronómicas de Pollenzo y exdirector de la cátedra de estudios Hambre y Pobreza de la Universidad de Córdoba (España).
Esto es lo que se denomina Seguridad Alimentaria. El hecho de que exista comida disponible para todos y también, que estos alimentos sean inocuos, suficientes y nutritivos para que no generen enfermedades en la población.
“La soberanía alimentaria es una reacción al modelo neoliberal y a las políticas comerciales y agrarias impuestos en buena parte del mundo. Se trata de un concepto eminentemente político cuyo principal objetivo es servir de freno a la expansión del modelo de agroexportación que, basado en el Consenso de Washington, comprende varios postulados: prioriza las producciones locales y regionales frente al modelo agroexportador; trata de recuperar la capacidad de protección de los estados frente a importaciones agrícolas a precios demasiado bajos debido a que actualmente la mayoría de medidas clásicas en este sentido están prohibidas por la OMC; busca rehabilitar las viejas políticas agrícolas de ayudas públicas a campesinos que también han sido prohibidas por la OMC; y por último, trata de garantizar la estabilidad de los precios agrícolas a escala internacional mediante acuerdos de control de la producción” (Párrafo tomado del artículo Qué es la soberanía alimentaria de víacampesina.org)
A este concepto se le ha unido el de autonomía alimentaria originado en el movimiento indígena que asocia según el Observatorio del Derecho de Alimentación para América Latina y El Caribe, la capacidad de reproducir la cultura en un territorio heredado y manejado colectivamente:
“En el debate por los derechos alimentarios de los pueblos indígenas, la autonomía se explica por la capacidad de los productores de decidir los sistemas de producción (comercial o de autoconsumo), el tipo de insumos (químicos u orgánicos) y el tipo de semillas utilizadas (nativas, híbridas comerciales o transgénicas). La autonomía de los pueblos indígenas para decidir sus procesos de producción se acerca al concepto de soberanía alimentaria. Este concepto es, por tanto, una manera de ejercer la autonomía indígena en el marco del derecho a la alimentación. […] La construcción de la autonomía alimentaria entre los campesinos, incluye el manejo de los agroecosistemas hacia su regeneración, natural o asistida, por lo que es posible también decir que la autonomía alimentaria es cuando los agroecosistemas producen cultivos para la alimentación, excedente para mercados locales y tienen un ciclo de trabajo y descanso que les permite reproducir y sustentar la biodiversidad”.
Dificultades que enfrenta la soberanía alimentaria
Según las regulaciones internacionales de la Organización Mundial del Comercio y de la Unión Europea, para poder sembrar, vender o intercambiar semillas se tiene que cumplir con un criterio DUS (Distinción, Uniformidad y Estabilidad). Empero, las semillas de los agricultores tradicionales no son uniformes ni estables. Lo que ha generado una dificultad para los campesinos de resembrar y comercializar su propia simiente. A la vez que los ha obligado a comprar semillas certificadas a un costo alto porque tiene derechos de propiedad intelectual y pertenece a empresas como Bayer-Monsanto o ChemChina-Syngenta. Lo que genera una alta dependencia a estas empresas y menor inversión de los pequeños productores para su producción alimenticia. Sin embargo, el 75% de la comida que llega a la gente proviene de estos pequeños productores, por lo que afecta la soberanía alimentaria de todos.
Además, el hecho de que solo se permita cosechar con este tipo de semillas, se está perdiendo la biodiversidad. De acuerdo con la FAO, a lo largo de la vida humana se han utilizado 8.000 a 10.000 especies distintas para alimentarnos, pero hoy con estas medidas se producen alrededor de 150, las cuales no tienen todas las capacidades de adaptación.
Pero, ¿qué puede hacer un consumidor para combatir el hambre del mundo?
Cada vez que compramos comida en uno y otro lugar como lo afirma el periodista Martín Caparrós, estamos premiando o castigando las prácticas de las empresas. Por eso, debemos ser más conscientes sobre lo que consumimos. Además, también depende de nosotros mitigar el desperdicio y velar por el desarrollo de políticas públicas que permitan mejorar el panorama alimenticio. Esto hace parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y es un derecho que debemos exigir que se cumpla para todos los seres humanos del mundo. La alimentación también es un elemento de lucha.