Entrevista a un japonés en Colombia
Makoto Hirairi llegó a Colombia por primera vez en el año 1999, más específicamente a Pereira, gracias a un contrato con el gobierno japonés para enseñar tenis de mesa y karate. Sin embargo, unos días antes de su llegada se había presentado uno de los mayores desastres naturales en la historia de Colombia, el terremoto de Armenia.
Sus primeros días en el país fueron confusos, influyó mucho el hecho de que no sabía hablar ni una palabra en español, pero también que las costumbres y estilo de vida japoneses son muy distintos a los colombianos.
Durante su estancia en el país se quedó en la casa de una familia de cocineros, una gran fortuna para cualquiera que busque conocer otra cultura, pero fue precisamente comiendo por primera vez con sus anfitriones que se dio cuenta de lo diferentes que eran en cuestiones culinarias, y es que en la mesa se pueden conocer muchos aspectos de cada cultura.
En Colombia, y en general en todos los países, existen normas o estándares de lo que se consideran buenas costumbres o buenos modales en la mesa, hay toda una serie de comportamientos correctos y otros que debemos evitar para no romper con estas normas. Muchas veces crecemos pensando que son normas absolutas o que en todo el mundo es así.
Quienes hemos visto películas japonesas donde hay escenas de comida, nos damos cuenta en el instante que allá comer es otro cuento. Makoto lo vivió en carne propia en su primera cena con la familia donde se alojaba. Cuenta que le sirvieron una sopa deliciosa. Él, encantado y maravillado con este plato, hacía ruidos, sorbía y levantaba la taza para tomar más rápido. Toda la familia quedó sorprendida al verlo haciendo justamente todo lo que siempre nos enseñan a no hacer; “…con un diccionario me explicó que eso es mala educación acá; pero en Japón si está muy rico nosotros comemos rápido, porque queremos más…” nos cuenta en medio de risas.
Sin embargo, algo que lo sigue sorprendiendo de nuestro país hasta hoy es el lamentable desperdicio de comida. Es algo preocupante, según un estudio realizado por El Departamento Nacional de Planeación en 2016, en Colombia se pierde una de cada tres toneladas de comida que se produce, y el 15,6% de esta pérdida se da por el consumo en los hogares. Makoto piensa que se debe principalmente a la forma como comemos los colombianos y al orden en que hacemos las cosas.
Se refiere puntualmente a que primero nos servimos la comida y luego vemos si nos cabe o no todo lo que tenemos en el plato; mientras que en Japón, explica, “en una taza pequeña echamos poquito y cuando se quiere repetir saca otra vez, pero siempre poquito, para que no deje comida”. Porque dejar comida allá si puede ser interpretado como una falta de respeto o de consciencia. Esto se debe entre otras razones, a que una de las religiones predominantes en Japón es el sintoísmo, en la cual se adoran múltiples deidades y las fuerzas de la naturaleza. Esto ha desembocado en un profundo respeto y agradecimiento por los alimentos y todo lo que los hace posibles.

De hecho, existe una creencia popular que Makoto nos cuenta con gracia, en la que se compara la forma del arroz con la forma rasgada de los ojos de los orientales, así que le dicen a los niños que si dejan arroz, entonces perderán la visión.
El contacto con una cultura tan diferente como la japonesa hace inevitablemente que adoptemos algo de ella. El sushi es un ejemplo de esto, hoy es una comida muy popular e incluso se ha fusionado con platos y sabores locales. En nuestra charla, Makoto nos cuenta que la forma correcta de comerlo es con el wasabi y el jengibre, aunque a muchos no les guste así, cumplen una función práctica; al acabar con las bacterias que puede tener el pescado crudo.
Más allá del sushi, hay algunos alimentos que aún no llegan a nuestro país y que la comunidad japonesa extraña. Unos de estos y tal vez de los más fascinantes que nos puede ofrecer esta cultura son todos los alimentos que hacen parte de la comida Osechi, una tradición familiar que se realiza en las casas en el año nuevo y nace inicialmente con la intención de dar un descanso a las mujeres (quienes cocinan tradicionalmente) en época de fiestas. Cada uno de los platillos que se comen tiene un significado y una intención para iniciar el año de la mejor manera, puede ser el bienestar, la salud, la buena suerte, entre otros.

En 2005 Makoto regresa a Japón, tiempo después unos amigos que cultivaban té le proponen vender este producto en Colombia, él acepta y en el 2013 llega nuevamente a nuestro país para consolidar su empresa. La cual no se limitó a vender té, también se dedicaron a traer otros productos japoneses que no se pueden conseguir en nuestro país como salsas para acompañar carnes y verduras.
El té es un tema aparte debido a su gran trascendencia. Los japoneses han adoptado este importante alimento de origen chino desde hace ya varios siglos, y le han dado una importancia tal, que existe una ceremonia del té. Un ritual pulcro y preciso, comparado con el arte por su elegancia y belleza.
Para llevarlo a cabo son necesarios tres actores principales, un anfitrión, un asistente y un invitado. A pesar de que Makoto está inmerso en el negocio del té y es un gran conocedor, acepta que no está preparado para ser anfitrión en una ceremonia del té, con lo cual nos podemos hacer una idea de la seriedad con la que se toman los japoneses esta importante tradición.
La relación e interacción entre distintas culturas son inevitables, así como la comparación. Sin embargo, avanzamos en la medida que aprendamos a entender la diferencia como una oportunidad para el crecimiento. Hay mucho que podemos aprender de la cultura gastronómica en Japón y viceversa.
Al final de nuestra conversación, Makoto confiesa que sus comidas preferidas en Colombia son el ajiaco y la bandeja paisa, eso sí, pide que la bandeja venga con una porción más pequeña.