“El wayuu decía que donde había Guáimaro, había prosperidad; por eso cada familia tenía hasta tres árboles cerca de su casa y desde que era pequeña recogía las pepas de ese árbol. Yo me crié con eso y por eso lo mantengo”. Estas fueron las palabras que compartió una mujer wayuu, habitante del corregimiento de Dibulla al occidente de la Guajira respecto a esta variedad de árbol, poseedor de múltiples propiedades que no solo lo convierten en un actor determinante en el equilibrio medioambiental y ecosistémico de las regiones en que se encuentra; sino también, para el bienestar físico, y porque no, también emocional, de quienes se han aproximado a los olores, sabores y texturas de un fruto, empleado en diversidad de preparaciones características de los fogones del caribe colombiano. Por ello, en las siguientes palabras, haremos una breve aproximación al universo tanto biológico como sociocultural en el que se desenvuelve el también denominado árbol fénix.
Según don Víctor, habitante de la vereda Los Límites, en Luruaco, Atlántico, al hablar sobre el Guáimaro, lo primero en que hay que pensar es en los beneficios ambientales que brinda, pues tal como expresó con emoción, aquel árbol es uno de los mayores protectores de las fuentes hídricas de su región debido al sistema radicular que éste posee. Adicionalmente, a partir de sus raíces, fija una gran cantidad de nitrógeno en el suelo, lo cual permite un proceso de fertilización natural que potencia el crecimiento de otros cultivos y árboles frutales; propiciando a su vez la llegada y permanencia de fauna terrestre y aérea en los alrededores de las zonas en que aquellas especies se encuentran sembradas. Pero además de ello, enfatizó en los aportes nutricionales que la semilla brinda a quien la consume, pues tal como él mismo manifestó “el Guáimaro tiene más vitaminas que la leche. Tiene 2 veces más cantidad de hierro que la espinaca, le da más potasio que el banano y la harina es una buena fuente de fibra para el cuerpo. Con decirle que un vecino tenía problemas de colon y consumiendo a diario su porción de harinita pal desayuno, en dos meses el hombre se curó”. Y tal fue su creencia en las capacidades curativas de la semilla que se dispuso a desarrollar un aceite esencial proveniente de los frutos de los árboles sembrados en su parcela, a los cuales no les aplica ningún tipo de químico o fertilizante artificial, bajo la creencia de que “el campesino tiene que aprender a trabajar el campo desde el cuidado de la tierra y de su propia salud; por eso decidí conocer el bosque y cuidar del Guáimaro”.
Ahora bien, es importante mencionar que el camino de exploración, potencialización y cuidado de éste árbol – presente principalmente en el bosque seco tropical del caribe colombiano – es una labor que han emprendido don Victor junto con otros pobladores de Los Límites; así como otras tres comunidades de la geografía nacional – Ovejas (Sucre), La Jagua, La Victoria, Beceril (Cesár) y Dibulla (Guajira) – que en trabajo conjunto con la fundación Envol Vert, desde su llegada en el 2014, han encaminado su quehacer, por un lado, hacia la conservación de aquel ecosistema, y por otro, a la creación de alternativas económicas que aporten a la soberanía alimentaria de dichas poblaciones. Así que esto los llevó a aproximarse a la amplia y diversa dimensión culinaria que ya había sido desarrollada por los habitantes de cada uno de dichos territorios.
Arepas, Empanadas, Cocadas, Enyucados, Casabe, Bollos, Natillas, Cayeye, Tortas e incluso Arroces de verduras con pollo y ajonjolí; todas preparaciones realizadas tradicionalmente con un ingrediente en particular, el Guáimaro. Esto y mucho más fue lo que encontró la fundación al observar las funciones de la semilla que habían adoptado las comunidades de cada una de las zonas en sus respectivas cocinas, usándolas frescas, cocidas, secas o molidas.
A partir de ello, se dieron a la tarea ya no solo de respaldar el proceso productivo de aquel fruto, sino también de visibilizar las técnicas y modos en los que éste alimento es utilizado desde la culinaria local; pues tal como mencionaron algunos habitantes de Los Límites “aquí siempre se ha usado el Guáimaro como cualquier bastimento, y como eso es muy bueno porque tiene proteína, siempre lo hemos hecho en arepa asada, o con los huevos pal desayuno”.
De modo que, desde el año 2017, la Asociación de campesinos de Los Límites (ASOCALIM) y Envol Vert se dieron a la labor de desarrollar la primera edición del festival del Guáimaro, como una alternativa pedagógica, comercial y especialmente, cultural, en la que los principales organizadores y gestores del encuentro fuesen los miembros de la comunidad. Dicha iniciativa fue todo un éxito, alcanzando para el año en curso, durante el mes de julio, su tercera versión.
No obstante, un siguiente reto que se han establecido de manera colectiva es la comercialización de la harina resultante del proceso de secado, tostión y procesamiento de la semilla; y cómo ésta puede ser empleada como elemento base para galletas, panes, infusiones y demás propuestas gastronómicas que busquen experimentar con un ingrediente capaz de brindar no solo nuevas experiencias por abordar, sino también, nuevos saberes y sabores por disfrutar.