Hablar de los alimentos transgénicos es como hablar de política o de religión. Son temas vetados inclusive para hablar entre la familia porque está lleno de argumentos polémicos que no son del todo verdades absolutas, pero que nosotros como consumidores deberíamos conocer para tener total autonomía de elegir si queremos o no llevárnoslos a la boca.
El debate de los transgénicos en Colombia tomó fuerza con el documental que realizó la periodista y documentalista Victoria Solano, donde cuestionaba por qué a los campesinos de Campoalegre se les prohibía guardar la mejor parte de su cosecha para sembrarla de nuevo y obtener el mejor rendimiento de su cultivo, que es una tradición que han practicado los campesinos por décadas. Esto ocurrió después de que se colocó en marcha la resolución 970 que fue expedida en el 2010 y que pretendía regular el uso fitosanitario de las semillas en Colombia. Norma que pone en práctica, como afirma el artículo de la Corporación Grupo Semillas Colombia, los conceptos de propiedad intelectual sobre estos recursos genéticos que fueron requisito para la aprobación del TLC entre Colombia y Estados Unidos.
El ICA por su parte respondió que había decomisado y destruido estas sesenta toneladas de semillas de arroz porque estaban contaminadas y empacadas en costales de harina y fertilizantes, pero que la normativa no tenía nada que ver con el TLC sino con una norma que habían expedido en 1976, la cual se había modificado según los avances científicos y legislativos.
“El documental, más allá de enfatizar en si los campesinos utilizaban semillas criollas o certificadas, pone en el ojo y cuestiona sobre la forma en la que se legisla acerca de las semillas y patentes en Colombia. Por ejemplo, el ICA dice que sí pueden resembrar los campesinos que tengan cinco o menos hectáreas, y claro, pero después de que ellos hagan un montón de papeleo. Yo me pregunto qué pasa con los de 6, 7 y 8 hectáreas, ¿son considerados iguales que los que tienen 200? Eso es un poco injusto. Me mantengo en el hecho de que no es casualidad que todos los países que tengan TLC tengan leyes gemelas sobre semillas, no es casualidad el concepto de semilla que tiene Colombia y que sea el mismo que tienen todos los países con este tratado.”, agrega Victoria en una entrevista para el diario El Espectador.
Sumercé es un documental que se estrenará en abril de este año, el cual refleja la realidad que tienen que afrontar los campesinos diariamente en Colombia. Entre ello, toca el tema de las semillas modificadas y el poder que tienen las multinacionales sobre la tierra.
https://www.facebook.com/SumerceFilm/videos/578785902913167/
De acuerdo con Daniel Debouck, científico y ex director del programa de recursos genéticos del Centro Internacional de Agricultura Tropical”, los campesinos tienen un sistema tradicional de producción de semillas que existe desde hace siglos y es fundamental para asuntos de seguridad alimentaria. Sin embargo, para él, estos mecanismos no están en sintonía con las dinámicas del comercio agrario actual, el cual genera una productividad tres veces mayor, y de allí considera que provienen los malos entendidos.
“Como CIAT podemos decir que ahí hay un problema potencial. La preservación de este patrimonio biológico surge de la curiosidad de científicos y no de una acción concertada del Estado que tiene soberanía sobre sus recursos genéticos. ¿Quién está observando qué se negocia con las variedades mejoradas en el momento de acuerdos de libre comercio?, ¿quién está observando que existe un fenómeno de extinción de las semillas? Por lo pronto necesitamos una cadena de semillas que sea fuerte, robusta, que sirva a los agricultores y que pueda respaldar la necesidad de alimentar a una población cada vez mayor. Pero el contexto agrícola cambia cada vez más con las aperturas comerciales”, agrega Daniel.
En Colombia, el panorama de los cultivos transgénicos va en aumento. Según el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), durante el 2016 se sembraron un total de 109.935 hectáreas entre variedades de algodón e híbridos de maíz: 100.109 hectáreas de maíz y 9.814 hectáreas de algodón. Las 12 hectáreas restantes pertenecen a las flores. Así lo informó el especial de Semana Sostenible, donde también se muestra que en los 21 años que se tienen registrados los cultivos con organismos genéticamente modificados pasaron de 1,7 a 185 billones de hectáreas en el mundo.
Para el científico José Miguel Mulet, uno de los grandes problemas que tienen los alimentos transgénicos es que las personas lo asocian con los pesticidas que generan, en algunos casos, graves daños a la salud humana. “Pero, lo que no tienen en cuenta es que la historia de la comida es la historia de los genes que la forman y cómo el hombre ha ido modificándolos a su voluntad y en contra de lo que sucede en la naturaleza”.
“La primera necesidad vital que debemos cubrir para poder propagar nuestros genes es la de alimentarnos, y lo hacemos a costa del genoma de especies silvestres a las que modificamos y cambiamos de forma, convirtiéndolas así en domésticas y provocando que escapen a la selección natural. Si el hombre desapareciera, con él lo harían la mayoría de las especies de animales y plantas que ha domesticado. El maíz no podría germinar con su vaina y la mazorca, y con ellas las semillas se pudrirían. Lo mismo pasaría con los guisantes y las judías. Respecto a los animales, difícilmente las vacas, los cerdos y ovejas domésticas, acostumbradas a que el granjero les ponga les ponga el pienso o pastar en un campo vallado, podrían vérselas contra una manada de lobos u osos”,asegura Mulet en su libro Transgénicos Sin Miedo.
Donde además agrega, “cuando domesticamos plantas lo que buscamos es que los genes egoístas para la especie que está siendo domesticada desaparezcan en beneficio del egoísmo de nuestros genes, ya que la agricultura se realiza en beneficio de nuestra especie. Por eso, cuando seleccionamos una planta interesante, queremos que esos genes se mantengan estables, entonces las volvemos hermafroditas y buscamos que se autofecunden. Mientras que los genes egoístas de la naturaleza utilizan la reproducción sexual para facilitar la selección de los mejores genes para perpetuar su supervivencia. Lo que aumenta la variabilidad que no es positiva para la agricultura.”
El caso de Nariño
El Consejo Municipal de San Lorenzo, atendiendo a la solicitud de 1.500 personas, no tendrá semillas transgénicas en su territorio. De acuerdo con el medio de comunicación El Campesino, la lucha que realizan estas comunidades no es contra las empresas que han decidido tener su mercado basado en los cultivos transgénicos, sino que es una disputa por el respeto a la soberanía territorial, ambiental y reivindicativa de los procesos agroambientales y ecológicos que realizan los campesinos en Colombia.