ARTÍCULO DE OPINIÓN REALIZADO POR: NATALIA BAQUERO
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Intentar definir el arte es un tema complicado, pues existen un sin número de definiciones y autores que buscan darle significado. Pero si entre todos tuviera que elegir la versión con la que más concuerdo sería con la del artista ruso Wassily Kandinsky quien en su libro “De lo Espiritual en el Arte” lo define como el reflejo de lo esencial que “despierta los sentimientos más burdos como el miedo, la alegría, la tristeza, entre otros,” y que además está estrechamente ligado con el alma, pues ejerce un poder o re-sonacia en las emociones del espectador a tal punto de modificar su estado de ánimo.
Siendo así, la gastronomía resplandece como una de las más potentes expresiones artísticas, pues todo lo que envuelve a la comida es capaz de mover las fibras de nuestra alma a través de los cinco sentidos como por ejemplo: ver un buen plato de comida, los recuerdos de la casa de nuestra abuela cuando olfateamos galletas horneándose, los sabores que nos marcaron en la niñez o el sonido de las copas de vino en el brindis. Cada sensación asociada con la comida tiene el poder de transportarnos en el tiempo, hacernos sonreír o sentir una enorme nostalgia.
Y tal como estas sensaciones cotidianas pueden mover nuestras emociones, hay artistas que se han dedicado a hacer de la comida una obra de arte que estremece los sentidos, como es el caso del artista inglés James Ostrer, quien construye figuras espeluznantes con comida chatarra para hacer un llamado de atención al abuso en el consumo de alimentos procesados y además para retratar los efectos psicológicos que tiene el exceso de azúcar en los consumidores.
Estas son algunas de sus obras:
Pero siglos antes de que James Ostrer realizara su obra, el italiano Giuseppe Arcimboldo en 1573 ya experimentaba realizando obras de arte utilizando la comida. En su trabajo El Verano, Arcimboldo buscaba plasmar los alimentos característicos de las 4 estaciones, como frutas y hortalizas, para recrear un personaje que encarnara el espíritu del verano.
Creo que tanto el gusto por una obra arte o por un plato de comida son totalmente subjetivos y depende de la percepción del receptor determinar si es arte o no según el impacto emocional que esta pieza le cause. Y en definitiva, para mí, tanto el trabajo de Ostrer como el de Arcimboldo son grandes piezas artísticas.