Colombia no es un país productor de vino, por lo que el hábito de consumo de esta bebida no está instaurada en nuestro ADN. Aun así, su compra ha ido creciendo sustancialmente en los últimos años, a tal punto que entre un 8% y 15% de la población está incluyendo al vino en su dieta alimenticia. Sin embargo, después del esfuerzo que han realizado grandes importadores y actores del sector horeca para posicionar esta bebida en el país, la ley de licores ha hecho que se pierda gran parte del terreno que ya se había ganado.
El vino ya no solo tiene que pagar el impuesto al consumo específico (por grado alcohólico). También debe pagar un IVA y un ad valorem. Lo que ha generado que esta bebida se encarezca y no sea asequible para todas las personas, sobre todo aquellas referencias que son Premium o de alta categoría. Es así como, en vez de incentivar su consumo, la ley lo que ha hecho es reducirlo, y que el colombiano beba productos de menor calidad, mientras se importan menos referencias.
“Pasamos de tener vinos que pagaban $4.000 pesos de impuestos, a pagar impuestos de más de $100.000 o $150.000 pesos. Todo por desconocimiento. Creen que van a generar más ingresos de esta forma, pero lo que están haciendo es dañando la cultura. Los recaudos siguen siendo iguales porque la gente ya no compra vinos de alta calidad, sino que pagan impuestos de un vino de gama media o baja. En cambio, muchos pequeños y medianos importadores han tenido que cerrar y hay mucha gente sin trabajo. Por el afán de recaudar dinero, no estudiaron a fondo las consecuencias”, afirma Eric Renneberg, Wine Director de Zona K Importados.
Incluso, Luis Fernando Valencia representante de Dislicores en Medellín, advierte que de 170 importadores que habían antes en el país, ya solo están quedando 125 o 130. Empero, lo que más los ha afectado a ellos, es la Resolución 3098 de 2018 por la cual se expide la certificación de precio de venta al público de licores, vinos, aperitivos y similares para el año 2019. Así lo manifestó la Cámara de Industrias Asociadas de Bebidas Alcohólicas –CABA, en representación de los productores nacionales y de los importadores de vinos y licores.
“Yo como importador tengo claro pagar impuestos y no me importa pagar. Lo que queremos es que no nos estén cambiando las reglas de juego cada año y que las leyes sean equitativas para todos. El mercado colombiano siempre ha sido muy cerrado al exterior, pero cuando se firma un tratado de libre comercio se realiza un acuerdo. Sin embargo, este impuesto ad valorem nace por la importación de Whiskey y otras bebidas, que le empezaron a quitar clientes al ron y al aguardiente colombiano. Pero, así es el mercado y el consumidor consume lo que quiere”, establece Marcos Sánchez, importador de Casa Rambla Colombia Limitada.
Por eso, agrega que le parece ridículo que un instituto de cálculo estadístico sea el encargado de colocar el precio de un producto cuando ni si quiera lo conoce. “La fórmula con la que calculan los precios y los impuestos de los productos es incorrecta porque se basan en elementos que no se pueden medir como la cepa, meses de envejecimiento, entre otros. Por ejemplo, si vamos a un país productor de vino, puede que un vino joven sea diez veces más costoso que un vino reserva. ¿Por qué? Por muchas cosas. Por el tipo de calidad de la uva, por el posicionamiento de la bodega, por el suelo, etc. Por lo que no se puede generalizar que una uva cabernet sauvignon es de mayor calidad que una uva Merlot. Todo depende de muchos factores. Además, los impuestos deben calcularse con el precio de origen, no sobre el precio final”.
Pero, este problema se origina, según Luis Fernando Valencia, por una moda que nace en Bogotá. “Los dueños de restaurantes de alto nivel compraban vinos de $20.000 para venderlos a $120.000. No compraban vinos conocidos en los supermercados para que la gente no supiera que multiplicaban cuatro o cinco veces el precio. Por eso el Dane se fue a mirar por qué estos tipos de vinos tenían precios tan abismales y, como no encontraron referencias en el mercado, les empezaron a colocar este impuesto tan alto que se convirtió en la gran catástrofe de los vinos”.
Por otro lado, a pesar de que en el mundo, las bebidas fermentadas han sido consideradas como un alimento. En Colombia, el Ministerio de Hacienda los etiqueta como licores, lo que ha impactado de forma negativa la manera en como las personas perciben estas bebidas y sus momentos de consumo.
Sumado a esto, Hugo Sabogal, el representante de vinos de Argentina en una entrevista para Revista La Barra, afirma que el tratamiento que ha recibido el vino frente a la cerveza ha sido diferente a pesar de que los dos son fermentados, ya que este último no tiene que pagar un impuesto tan alto como el vino. Esto se debe, según él, a que esta bebida no tiene el poder político y económico que tiene la cerveza. Ya que el vino es un producto realizado en otros países que no les representa ninguna favorabilidad a los políticos.
Ante toda esta problemática y el panorama desfavorable del vino, los importadores y consumidores le piden al gobierno y al Dane volver a la ley anterior donde se cobraba un impuesto por grado de alcohol. Ya que de esta manera, consideran que se mantiene el equilibrio, y Colombia no pierde la oportunidad de degustar y vivir la experiencia de beber vinos con alma.
Dato curioso:
Actualmente, en Colombia se consumen 1,7 litros per cápita de vino. En las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cartagena y Barranquilla el consumo puede estar en 2,5 litros per cápita. Mientras que en países como Francia, España o Italia el consumo llega a ser de 38 litros. El vino que más se consume en Colombia es el chileno. Luego, le sigue el argentino, el español, el francés, el italiano, el australiano y el estadounidense.