“Ser creativo significa estar enamorado de la vida. Sólo puedes ser creativo si amas la vida lo suficiente para querer aumentar su belleza, sólo si le quieres traer un poco más de música, un poco más de poesía, un poco más de baile. (Un poco más de gastronomía)” Osho
¿Alguna vez han imaginado un vestido hecho completamente de chocolate y tallado a mano? O ¿esculturas con duendes, árboles con fríjoles mágicos, aviones, relojes, huevos, flores, arlequines, tabla ouija, entre otros, elaborados a base de este producto?
Carlos de Ávila Díaz es un artista colombiano del chocolate que se dedicó a plasmar en sus obras culinarias todo lo que tenía en su imaginación desde pequeño. Es considerado uno de los mejores pasteleros de Colombia y su historia es de admirar.
Llegó a Bogotá hace 14 años buscando oportunidades. Empezó haciendo carpintería y luego hacía instalaciones de la empresa Superview en Cedritos; hasta que un día cuando iba de camino a su casa, escuchó a una mujer hablando por el teléfono contándole a su mamá que iba a estudiar cocina. Él la siguió por cuatro cuadras, escuchando la conversación hasta que la mujer se dio cuenta y le preguntó que qué quería. Él le dijo que estaba intrigado en saber si esa carrera se estudiaba y ella le dijo que sí.
Desde ese momento, empezó a buscar la forma de entrar a un centro académico para capacitarse. En el Sena no pasó las pruebas, por lo que tuvo que buscar otras opciones como el politécnico, en el cual se ganó media beca por un concurso que hicieron de cocina, donde participó con un rollo trifásico de carne y un postre de papaya con tomate en una canasta de queso parmesano. A todo el mundo le encantó.
Con mucho esfuerzo sacó la carrera, ya que no contaba con apoyo económico, inclusive muchas veces le hacían falta hasta $1000 para poder tomar un bus que lo llevara a la casa después de estudiar. Siempre le tocaba caminar largas distancias.
Sin embargo, esto no lo detuvo. Entró a realizar sus prácticas en el Hotel Radisson donde no generaba ingresos porque la pasantía era no remunerada, pero su sueño era estar entre los grandes por lo que se quedó allí siete meses. Luego le ofrecieron un puesto fijo, pero no tenía la libreta militar. Le tocó retirarse. Empezó a trabajar en una empresa de publicidad pegando vinilos en los centros comerciales para poder conseguir el dinero de la libreta. Estuvo cinco meses hasta que un día el dueño del negocio cumplía años y el primo quería hacerle un festejo, pero no sabía cómo hacerlo. Carlos se ofreció a realizar la comida y le quedó exquisita, a tal punto que el jefe le prestó el dinero para que pudiera volver a hacer lo que tanto le apasionaba. Trabajo por eso dos meses más gratis.
De ahí, se presentó al hotel La Fontana donde lo escogieron como cocinero. Un chef pastelero fue su mentor y el que lo encaminó por este arte. Allí estuvo trabajando por seis años de los cuales tres fue chef pastelero principal. Posteriormente, entró al Marriot donde trabaja actualmente y desempeña el mismo puesto.
Durante su carrera ha sido el campeón nacional 2014, ganó a la mejor pieza artística en México en el 2015, fue campeón nacional en el 2017 y ganador del primer lugar a mejor pieza de Fedecacao 2016. Participó en el mundial en París donde ocupó el puesto 11 y fue ganador de Premios La Barra a mejor pastelero de Bogotá 2018.
“Es difícil que la gente te reconozca como chef pastelero. Hay que trabajar muy fuerte para que las personas se den cuenta del producto. A veces uno se desespera porque no ve los resultados tan rápido a tanto esfuerzo, pero al final llega el éxito. Como dice el pastelero Paco Torreblanco, ‘yo trabajé en la ciudad de la luz, pero en la oscuridad’. Generalmente, el chef pastelero trabaja en los sótanos, donde la gente no tiene la posibilidad de conocernos, pero hay trabajar por sacar a la luz las creaciones para que la gente las valore o las critique. Todo es un aprendizaje.”, asegura Carlos de Ávila. A pesar de todo el camino que le ha tocado recorrer, no pierde su esencia. Su plato favorito es el arroz con huevo y suero costeño, y le gusta hacer artesanías como las que fabricaba su padre. Sueña con llevar el chocolate a escala real y dejar el nombre de la pastelería colombiana muy alto a nivel mundial. Para ello, entrena todos los días y no pierde de vista sus objetivos; pues considera que todo se puede lograr con esfuerzo.